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Adicciones y adolescencia, la búsqueda de una felicidad efímera.

Por Arturo Conde Pérez.

Presidente del Colegio Nacional de Consejeros.

Hablar de adolescencia y Adicciones es siempre un tema interesante pero complejo a la vez, debido entre otras cosas a los múltiples cambios físicos y psicológicos  que se presentan en esta etapa, en la que todavía se está en crecimiento, por lo que el adolescente con un problema de consumo de sustancias o una dependencia de cualquier tipo, como podría ser quizás al Internet,  no suele ser consciente de ello y tiende a minimizar las consecuencias hasta que los problemas relacionados con su uso y consumo se ponen de manifiesto.

 Lo primero que debemos de entender cuando en la adolescencia hay un problema de Adicción, es que se trata de una persona enferma que necesita ayuda y con todo el derecho a que se le atienda sin ninguna restricción. Esto es básico ya que por lo general al joven que padece alguna adicción se le suele estigmatizar.

Ahora bien, quien atiende este problema o quien da acompañamiento de cualquier tipo, suele verse inmerso en situaciones donde la toma de decisiones implica no solo valorar los aspectos de salud, sino también las implicaciones legales y éticas que está situación  conlleva. Esto hace que el consejero o el profesional de la salud se enfrente también  a conflictos éticos que afectan  en ocasiones la calidad de la ayuda que se está brindando.

Por otro lado, para entender el origen de cualquier adicción, no debemos perder de vista que todos los seres humanos buscamos un nivel de satisfacción o felicidad en la vida. La naturaleza de nuestro ser, la identidad profunda de nosotros mismos está sustentada en la felicidad, es una meta que todos buscamos desde pequeños e incluso la consideramos como el objetivo primordial de nuestra existencia.

Todas nuestras aficiones e intereses tienen que ver con nuestra intención de alcanzar un estado de felicidad y cuando existen ciertas limitaciones o carencias para alcanzarla, solemos compensar buscando esa felicidad en cualquier otra situación que nos la dé.

Es por esto que si un adolescente es incompetente o no tolera la frustración, lo cual sucede bastante en esta etapa de nuestra vida y puede darse en el ámbito escolar, con los amigos, en el manejo de nuevas tecnologías, deporte etc, puede dirigir toda su atención y su tiempo en aquella que sí domine sin ningún problema y esto le provoque la felicidad que está buscando. Es entonces que  el riesgo de adicción en estas circunstancias es bastante alto. La adicción es por esto considerada como una afición patológica que, al causar dependencia, restringe la libertad del ser humano.

No obstante, como todo en la vida, el riesgo no es igual para todas las personas y en los adolescentes hay quienes por su formación, convivencia en familia y comunicación con sus padres y amigos, logran encajar en cualquier otra actividad que se les presente; sin embargo, hay quienes tienen características emocionales,  de personalidad o incluso de su entorno, que los pone  en una situación de desventaja y con mayor posibilidad de sucumbir ante una adicción. A continuación mencionaremos cuáles.

La baja autoestima es una condición que puede dar paso a que el adolescente caiga en situaciones de adicción, por el simple echo de pertenencia o una falsa valía. Contar con amistades falsas que hagan sentir a quien consume como lo mejor, por el simple hecho de consumir, es algo muy común y quienes se sienten inferiores o rechazados son “presa fácil”. Por otro lado, la vulnerabilidad emocional de algunos jóvenes también pueden ser la antesala a cualquier adición. Es por esto que es importante darle seguridad a un joven, tener una comunicación eficiente en donde se les haga sentir importantes y sobre todo queridos por su entorno familiar, es básico.

Es un hecho que todo joven que carece de afecto por parte de la gente que forma su entorno, por lo general  suplen esa carencia con sustancias como alcohol, tabaco, drogas e incluso con nuevas tecnologías, a las que les llegan a dedicar más tiempo del normal, también encuentra una “salida falsa” con la comida o con el sexo. El apego también puede ser el resultado de esa carencia afectiva y no siempre es positivo.  

Es importante entender que un joven que cuente  con una personalidad “vulnerable” y con un entorno  familiar “disfuncional”,  corre un gran riesgo de hacerse adicto y más  si cuenta con un hábito de recompensas inmediatas, es decir,  tiene el objeto de la adicción a la mano y además  se siente presionado por el grupo o  está sometido a circunstancias de estrés como el fracaso escolar, las frustraciones afectivas, alta competitividad o algún tipo de vacío existencial.

¿Qué hacer ante esto?. Es muy importante el manejo de los estímulos, tener  el control del deseo impulsivo de realizar la conducta adictiva, así como también tener  la solución ante problemas específicos como la ansiedad, depresión e incluso los  conflictos interpersonales.

Pero quizá lo más importante de todo es que el joven llegue a entender que la felicidad no está nunca en su escuela, en el club, en las calles, en sus amistades; la felicidad nunca procede de nada ni de nadie, sino que la felicidad está en nuestro interior, así de sencillo. Sin embargo a veces se pierde ese camino hacia nuestro interior y sentimos que lo externo es todo lo que necesitamos. Ese vacío por el que pasan millones de jóvenes en algún momento y que en muchas ocasiones es “temporal” a veces se convierte en una ruta desconocida que parece no terminar. En ese momento es importante identificar que algo anda mal y pedir ayuda o brindarla en caso de que seamos testigos o conozcamos a alguien en esta situación; de lo contrario estaremos abandonando a alguien y dejándolo a merced de las Adicciones.