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José Antonio Conde Ochoa… una vida ejemplar.

Por Arturo Conde Pérez.

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Hablar de mi padre, el Ingeniero José Antonio Conde Ochoa es un gran compromiso, ya que hablar de un hombre honesto e íntegro es equivalente a dar constancia de un ejemplo de vida y se complica más por mantener una objetividad, sin que el amor hable más que los hechos.

Para quienes lo conocen, muchos de los adjetivos que aquí usaré serán totalmente justificados e incluso insuficientes ante una persona que es un ejemplo entre su familia, amistades, en el deporte, en el ámbito laboral, en el mundo empresarial y desde hace algunos años en el de la asistencia social, al encabezar la Fundación del Conde, responsable entre otras cosas de becar cada año a un promedio de 500 niños y jóvenes para que jueguen Fútbol Americano sin pagar un solo peso, en el equipo Mexicah UDC.

El Ingeniero José Antonio Conde Ochoa, mi padre, es también un referente de trabajo arduo e intenso en la industria Azucarera, en donde dejó una huella a su paso en los diferentes ingenios en los que colaboró, desarrollando tecnología invaluable para esta industria, pero sobre todo haciendo grandes amistades.

No obstante, donde ha dejado una huella más profunda e invaluable el Ing. Conde es definitivamente en su familia, en la cual es un referente de la disciplina, tenacidad, honradez y trabajo arduo e incansable para el logro de objetivos.

Quien conoce a los hijos del Ing. Conde, el Dr. Marco Antonio Conde Pérez y un servidor, seguramente habrá escuchado de nosotros más de una anécdota sobre él, que se cristalizó en enseñanza de vida y en agradecimiento puro.

La Universidad del Conde también es testigo fiel de la constancia y visión de vida de José Antonio Conde Ochoa. Quien llega al campus no puede evitar ver en la entrada al campo de fútbol Americano, una placa con el nombre “La Cueva del Tejón”, en alusión al joven jugador de fútbol Americano, José Antonio Conde Ochoa, quien con el número 53 a sus espaldas, hizo historia en este deporte, en el puerto de Veracruz y en esta capital de Xalapa, con el equipo de los Vikingos de Ingeniería, allá por los años setentas.

El Inge, como es conocido por todos los trabajadores de la Universidad del Conde, es de aquellas personas cuyo comportamiento y trato con los demás, demanda obediencia, pero no por temor o imposición, sino por amabilidad, humildad y por su caballerosidad que evoca a una época que desgraciadamente se ha ido.
Verlo platicar y convivir con sus amigos es una clara constancia de que las amistades que son honestas y fraternales persisten a lo largo de los años y sobre todo se mantienen intactas, lo mismo hoy que hace cincuenta años.

Pero donde realmente se mide a un hombre exitoso en la vida, es en el cariño que tiene para toda su familia y en el que le tienen de vuelta y en el caso de mi Padre, este inicia con su esposa y compañera de vida, la Sra. María Inés Pérez Muñoz, mi Madre, con quien ha escrito una gran historia y un legado que a diario tratamos de honrar sus hijos.

¡Muchas Felicidades Papá !, que vengan muchos años más llenos de salud y plenitud.

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